viernes, 22 de diciembre de 2017

De viajes y peripecias



Galopé como nómada la estepa sinomongola; adoré a Athón en un Valle del Nilo inundado de primavera; recorrí como curandero-predicador itinerante el norte de Italia en los años más duros de la Peste Negra; recé a Rod que me salvara de naufragar en una terrible tormenta en el Lago Baikal; y finalmente me dediqué a disfrutar los placeres de los cabarets parisinos de los años veinte.

 Estepa sinomongola

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Rusia

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lunes, 16 de octubre de 2017

Canonización de la violencia religiosa


El día de ayer se realizó la canonización de los llamados "tres niños mártires tlaxcaltecas"; a quienes el Papa eximió de los requisitos de acreditar tres milagros obtenidos por su intercesión (lo cual me parece algo muy positivo, para romper la mentalidad milagrera de las canonizaciones) bajo el argumento de ser mártires que murieron en defensa de la fe.

Se les presenta como que fueron asesinados en defensa de la fe; pero "la fe" (la católica, se entiende) no estaba siendo atacada en ese calendario y geografía.
Se les presenta como que fueron asesinados por haberse convertido al catolicismo, pero vivieron al menos un par de años después de su bautismo católico sin ser molestados; y muchas otras personas de los pueblos conquistados en Tlaxcala se convirtieron al catolicismo y no fueron asesinadas.
Se les presenta como que fueron asesinados por anunciar el Evangelio, pero muchas otras personas anunciaron el Evangelio en esa geografía y calendario sin ser asesinadas.
¿Entonces, por qué a ellos tres sí les asesinaron?

Lo que con frecuencia se oculta – y se ocultó en la ceremonia de canonización, incluyendo las palabras del Papa Bergoglio- son dos factores:
a) Que la violencia homicida sólo se desató contra ellos en estos tres casos, como RESPUESTA a su acción de profanar los sitios de culto pehispánicos y destrozar los objetos sagrados (peyorativamente identificados en las crónicas como ídolos). Esta es la gran diferencia con las demás personas misioneras en Tlaxcala que no fueron asesinadas, que esas otras personas no profanaron los lugares y objetos sagrados de los pueblos a los que iban a “evangelizar”: y
b) En los tres casos, fueron varones adultos españoles (frailes franciscanos, para más señas) quienes reclutaron como misioneros a estos tres púberes tlaxcaltecas para acompañarles en la misión; pero en realidad les mandaron sólos a arriegarse y finalmente morir. En México tenemos un dicho “hágase la voluntad de Dios en la yunta de mi vecino” para evidenciar a quienes hablan mucho de resignación, sacrificios y esfuerzos, pero siempre sobre las espaldas ajenas.

Así que no. Por supuesto que toda muerte violenta es lamentable, pero no murieron en defensa de la fe sino que ellos fueron quienes agredieron a la fe ajena; tampoco murieron por convertirse al catolicismo sino por tratar de convertir al catolicismo por la fuerza a otras personas; y tampoco murieron por proclamar el Evangelio sino por hacer proselitismo violento contrario al espíritu y la letra explícita del Evangelio.

Ahora, se puede entender que en el siglo XVI se pensara que las acciones violentas de estos púberes eran "evangelización"; aunque ya en aquella época Bartolomé de las Casas en su obra "De unico modo" argumentaba que el único modo cristiano de evangelizar era el usado por Jesús: la persuación no violenta.  Pero en 2017, canonizarlos es proponer como ejemplo de seguimiento de Jesús el uso de la violencia para forzar la “conversión” ajena. Es proponer como valioso y ejemplar el exclusivismo católico (y si era cuestionable en Ratzinger no tiene por qué ser minimizado en Bergoglio). No sólo es ir en contra del pluralismo religioso, la convivencia pácifica entre pueblos y religiones, la libertad de creencia o los derechos humanos sino ir en contra del texto mismo del Evangelio. Aplicando la meditación ignaciana de las dos banderas, al celebrar esta canonización, da la impresión de que Bergoglio ha actuado bajo la bandera del padre del engaño, aquél del que Jesús dijo que desde el principio fue mentiroso y asesino.